miércoles, 1 de junio de 2011

01.06.11

Ya estaba cerca del seminario, y veía a mi padre contento, feliz. Como si le gustara que estuviera allí para librarse de mí por algún tiempo.

A cinco minutos de la entrada de Castellón estaba el seminario.  Estaba ya llegando. Era un lugar bonito, en las mismas montañas. Pero por muy bonito que fuera para mí era el mismísimo infierno. Un lugar donde no podría salir y hacer mi vida como la hacía en mi pueblo.

-Baja, ya hemos llegado. 
-Manuel, ven!
(Decía mi tío desde la puerta del seminario)

A cada paso que daba cargado con mis maletas me daba cuenta de que me vida iba muriendo poco a poco. Que mi vida allí no tendría sentido, y menos ahora, que acababa de encontrar al amor de mi vida y sin poder hacer nada la había perdido…

Mientras mi padre y mi tío hablaban yo me iba alejando del seminario queriendo ver las maravillosas vistas que tenía delante de mí. Desde allí podía ver toda la ciudad, incluso un convento de monjas  de clausura. La verdad es que no me podía quejar de las vistas.

-Manuel, regresa. Que tu padre se tiene que marchar ya.

Le doy la mano a mi padre simbolizando un adiós, ya que ni un abrazo podía darle. Porque eso para él entre hombres hechos y derechos era de “mariconadas”…

-Azle caso a tu tío, y no hagas nada  de lo que me tenga que arrepentir de tener un hijo como tú de rebelde.

Asentí con la cabeza, por no decirle de todo a mi padre. Se cree que todavía soy un niño pequeño o que hago muchísimas locuras en mi vida. Lo bueno de vivir aquí, es que me libraré de sus paranoias por un tiempo. Uf!

-Y tu Emilio, ante cualquiera cosa, por favor, no dudes en llamarme.
-Por su puesto Don Francisco.

Me despido de mi padre con un adiós de mano y con una cara de gilipollas que nadie se creería en mi lugar.

-Vamos, te enseñare las instalaciones.
-Que ilusión… (me decía yo mismo en voz baja con ironía)

Mientras me iba enseñando el patio donde habían seminaristas de todas las edades, (inclusiva de la mía) iba pensando en ella. En su dulce piel, en sus carnosos labios rojos y en sus largas piernas tan esbeltas como recordaba desde hace 2 años.

Era el final del trayecto, mi habitación. Era tal y como la pensaba. Con dos camas una a cada lado, y con una gran librería para guardar todos esos libros que a los seminaristas les gustaban  tanto leer.

Según me estaba contando mi tío, allí habían chavales hasta más chiquitos que yo. Y que también por decisión de sus padres o de ellos mismos sus padres los habían mandado para allí, para que pudieran estudiar lo que a ellos les gustaba, o a lo que les obligaban.

-Dentro de un rato vendrá tu compañero de habitación, se llama Moisés, trátalo bien. Ahora me tengo que marchar, tengo que hacer unas cuantas cosas más. Adiós sobrino.

Yo sabía que a mi tío le hacía mucha ilusión que yo estuviera allí, junto a él. En donde él contaba que todos eran una gran familia. Pero sabía que yo nunca sería de esa gran familia.
-Y ahora que hago yo aquí solo? Vaya aburrimiento! Ya acabo de venir y ya me estoy aburriendo joder!

-Creo que voy a deshacer mi maleta, por lo menos me “divertiré” con algo.
Mientras deshacía la maleta iba escuchando música alegre, así de fiesta y rap. Tenía que hacer algo para no pensar en ella, no?

Pero que es esto?? Que raro, no recuerdo haber puesto esto aquí…
No me lo puedo creer!!

4 comentarios:

  1. Escribe ya el siguiente capitulo que lo quiero leer :).

    ResponderEliminar
  2. Me encanta tu blog y la historia es alucinante, espero pronto el siguiente capitulo porque te seguiré leyendo. Yo también estoy escribiendo una historia,por si te interesa y te apetece pasarte, leerme y comentar qui te dejo el link: www.elchicodelsombreromagico.blogspot.com
    Un besazo!^^

    ResponderEliminar
  3. Etsa muy interesante. ¿ En que epoca esta narrada la historia? :D Te sigo , pasaté por el mio.

    http://noesesotristezaentusojos.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar