Comenzaba la tarde, una tarde más de muchas, pero esta vez
con sentimientos diferentes. Ya no existía yo solo, sino que también existía para
ella.
Trataba de aparentar normalidad, tranquilidad, como en esos
momentos de apuros en los que la única opción es la serenidad. Pero no podía.
Mi boca no podía, no podía. Mi sonrisa salía y quería decir
que estaba feliz que volvía a vivir como hacía mucho tiempo no lo hacía.
Solo quería salir de aquella celda perdida entre aquella gran
montaña. Pisar la calle y hasta besar el suelo. Tan difícil era?..
Miraba el móvil esperando que llamara o que tal vez mandara
un mensaje; pero no fue así. Mi única distracción eran los pájaros, pensaba en
ellos. Tan libres y tan pequeños en el mundo.
-Levanta de ahí. Vamos a pegar una vuelta, no puedes pasarte
toda la tarde ahí sin hacer nada mirando al techo. (Me animaba Moisés a salir
un poco de aquella habitación tan lúgubre.)
-Qué tal si vamos un rato al billar?(Proponía Navarro con
una pelota de fútbol en la mano.) Venga no te lo pienses mas y vamos que nos están
esperando. (Me arrastraba literalmente arrancándome de esa cama como si fuera a
morir.)
La verdad es que allí no te podías aburrir, tenían de todo.
Pista de tenis, de fútbol una sala de recreativos con miles de maquinas para
pasarte allí todo el día y un mini golf. Solo faltaba un centro comercial y la
chica más guapa…
Mi atención no estaba puesta en ellos, ni tampoco en ese
lugar. Sino en la persona más bonita que había llegado a mi corazón. Si tío una
cursilada, pero los tíos también nos enamoramos.
Caminaba sin rumbo, sin mirar donde ellos iban. Mi cabeza no
podía pensar en otra cosa, tanto que los perdí de vista y no sabía donde me
encontraba. Era un lugar por donde nunca había pasado, era lógico que me
perdiera. No podía con dos cosas a la vez. Y mis sentimientos podían más que
todo.
Iba caminando recto, deseando llegar a cualquier parte y
sino ya preguntaría donde estaba el maldito recreativo. Cuando oí algo… Un algo
que era una voz familiar.
Mejor dicho; unas voces familiares… Pero que hacia aquí? Era
mi padre…
Qué raro, después de un mes me venía a visitar, ya lo podría
haber hecho antes y preguntarme como estaba no? Que se preocupara un poco que
soy su hijo… Pero no era eso justamente lo que hablaban, ni mucho menos.
Hablaban bajito, muy bajito. Entre ellos se entendían mi
padre y mi tío. Pero yo no me enteraba de mucho, solo de cosas sin sentido.
Estaban dentro de una sala con una gran ventana que daba a
ese pasillo, una ventana descubierta, con cristal pero translucida. Yo estaba
agachado a hurtadillas intentando escuchar algo de lo que ellos decían.
Repetían siempre lo mismo; “No
pueden pasar tanto tiempo juntos, sospecharían”.
Mi mente se quedo en blanco,
pensaba, pero no sabía a qué se podían referir. No tenían sentido sus palabras…
Yo seguía allí, esperando que
dijeran algo mas pero no fue así.
Cuando una mano me toco el hombro…