martes, 15 de enero de 2013

15.O1.13


Comenzaba la tarde, una tarde más de muchas, pero esta vez con sentimientos diferentes. Ya no existía yo solo, sino que también existía para ella.

Trataba de aparentar normalidad, tranquilidad, como en esos momentos de apuros en los que la única opción es la serenidad. Pero no podía.
Mi boca no podía, no podía. Mi sonrisa salía y quería decir que estaba feliz que volvía a vivir como hacía mucho tiempo no lo hacía.

Solo quería salir de aquella celda perdida entre aquella gran montaña. Pisar la calle y hasta besar el suelo. Tan difícil era?..

Miraba el móvil esperando que llamara o que tal vez mandara un mensaje; pero no fue así. Mi única distracción eran los pájaros, pensaba en ellos. Tan libres y tan pequeños en el mundo.

-Levanta de ahí. Vamos a pegar una vuelta, no puedes pasarte toda la tarde ahí sin hacer nada mirando al techo. (Me animaba Moisés a salir un poco de aquella habitación tan lúgubre.)
-Qué tal si vamos un rato al billar?(Proponía Navarro con una pelota de fútbol en la mano.) Venga no te lo pienses mas y vamos que nos están esperando. (Me arrastraba literalmente arrancándome de esa cama como si fuera a morir.)

La verdad es que allí no te podías aburrir, tenían de todo. Pista de tenis, de fútbol  una sala de recreativos con miles de maquinas para pasarte allí todo el día y un mini golf. Solo faltaba un centro comercial y la chica más guapa…

Mi atención no estaba puesta en ellos, ni tampoco en ese lugar. Sino en la persona más bonita que había llegado a mi corazón. Si tío una cursilada, pero los tíos también nos enamoramos.

Caminaba sin rumbo, sin mirar donde ellos iban. Mi cabeza no podía pensar en otra cosa, tanto que los perdí de vista y no sabía donde me encontraba. Era un lugar por donde nunca había pasado, era lógico que me perdiera. No podía con dos cosas a la vez. Y mis sentimientos podían más que todo.

Iba caminando recto, deseando llegar a cualquier parte y sino ya preguntaría donde estaba el maldito recreativo. Cuando oí algo… Un algo que era una voz familiar.

Mejor dicho; unas voces familiares… Pero que hacia aquí? Era mi padre…

Qué raro, después de un mes me venía a visitar, ya lo podría haber hecho antes y preguntarme como estaba no? Que se preocupara un poco que soy su hijo… Pero no era eso justamente lo que hablaban, ni mucho menos.

Hablaban bajito, muy bajito. Entre ellos se entendían mi padre y mi tío. Pero yo no me enteraba de mucho, solo de cosas sin sentido.
Estaban dentro de una sala con una gran ventana que daba a ese pasillo, una ventana descubierta, con cristal pero translucida. Yo estaba agachado a hurtadillas intentando escuchar algo de lo que ellos decían.
Repetían siempre lo mismo; “No pueden pasar tanto tiempo juntos, sospecharían”.
Mi mente se quedo en blanco, pensaba, pero no sabía a qué se podían referir. No tenían sentido sus palabras…
Yo seguía allí, esperando que dijeran algo mas pero no fue así.
Cuando una mano me toco el hombro…